Compañeros, ya sabéis y si no, lo sabréis ahora que anoche fue la gala de los Grammy, el equivalente show mediático a los Oscar de la música.
Me sigue sorprendiendo la repercusión mediática que este show retransmitido religiosamente por la CBS tiene a escala mundial. Sin ir más lejos, ediciones digitales como la de El País o El Mundo siguieron esta gala actualizándonosla en primera página como si la vida de los españoles (o hispanohablantes) fuera en ello.
Los Grammy, esos premios con forma de gramófono tan codiciados por el meanstream estadounidense y latino nacen de la industria musical, creado por la Recording Academy.
Ya sabéis lo que pienso cuando la industria mete la mano en la música ¿no? Tradicionalmente ha sido otorgado a “grandes” figuras de la música actual. Así pues, grupos que han cambiado la historia como Queen, Led Zeppelin o The Ramones, han ido recogiendo sus estatuillas… ah espera, no, que no tienen ninguna.
Bueno, un fallo lo tiene cualquiera… en compensación han otorgado premios a bandas que también han cambiado la historia de la música, como el Grammy de 1990 concedido a Milli Vanilli, eran los artistas revelación… aunque creo recordar que también fue el mayor fraude de la música popular, pero no recuerdo por qué… ¡ah sí! Que no cantaban ellos…
En fín, Beyoncé y Lady Gaga este año se han llevado los premios más importantes de esa gala donde sólo se beneficia a una parcela de la enorme industria musical, donde los votantes promueven sus productos, donde imperan camuflantes las preferencias ideo-político-religiosas de los adjudicadores de premios, donde existe un galardón por el Mejor Álbum de Música Cristiana y donde se considera a Jethro Tull una banda de Heavy Metal.
Muy bien, os felicito desde mi modesto blog divas de la música actual, pero me quedo escuchando A Night At The Opera…
A continuación os dejo lo que a mi juicio fue lo único interesante que pude ver en la gala:
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