Escribo, luego existo


miércoles, 16 de febrero de 2011

Carnivàle (TV)


Carnivàle es una de esas series de ficción que sirven como ejemplo de lo que hoy se denomina “nuevo cine”. Ante el sentimiento generalizado de que hace años que las buenas ideas y la creatividad han abandonado el cine convencional y se han trasladado a los capítulos de algunas series de factoría estadounidense, solamente podemos asentir como tontos cuando hemos visto esta genial y atípica serie de 24 capítulos divididos en dos temporadas.

Cancelación a parte (no voy a entrar hoy en el debate de la preponderancia económica y las tiranías de la audiencia en la televisión) Carnivàle recoge todo lo que en cierto modo convierte a un producto audiovisual en una magnífica obra audiovisual:

Un argumento cargado de misterio, desesperación, erotismo y superstición trenzado con la precisión de un cirujano desde las primeras interacciones entre los personajes hasta el último plano general del capítulo 24. Esto constituye el pilar sólido sobre el que se sustenta una historia tan común como la lucha del bien y el mal, Dios contra el Diablo, pero a la vez tan particular y original que parece nueva.

La ambientación directamente hipnotiza, yo no había visto nada similar desde Roma (BBC / HBO / RAI).  Un maravilloso retrato de la sociedad del momento mimando cada detalle, cada nombre, personaje, atmósfera y decorado, se nos traslada al periodo de la Gran Depresión de 1929 de manera instantánea y a un especial microespacio que es el circo ambulante con la fauna más variopinta. Cada plano destila magia.

Sin entrar en un aburrido análisis técnico sólo añadir que se trata de la serie más atípica y anti-convencional en cuanto a la puesta en escena que he visto últimamente y que ninguna es capaz de provocarme tanto mal estar en la oscuridad de la noche viendo cada capítulo.



Toda esta atmósfera hipnótica de la que hablo no sería posible sin la figura de Jeff Beal. Compositor también de Roma o películas como Appaloosa o Pollock, Jeff Beal escribe en esta ocasión una serie de instrumentales de corte introspectivo y disonante, mezclando   instrumentos coetáneos como violín, piano o banjo con instrumentos exóticos como el duduk.


El resultado de esta selección de color junto al tono introspectivo y tirante de la partitura converge con la historia y fluye con la luminosidad de los exteriores bañados en radiante sol, polvo y desorden, la noche de luces feriantes  y los interiores, siniestros y sombríos.

No cabe duda de que es un trabajo musical excepcional y a todas luces el más acertado para una obra como Carnivàle.

1 comentario:

  1. he empezado a verla hoy por que leí este post. Creas tendencia. Más vale que no me decepcione.

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