Lo cierto es que salvo contados casos en los que puede estar parejo, la adaptación al cine de una obra literaria suele decepcionar al lector que la leyó. También es cierto que criticar una película basada en un libro es algo complicado y subjetivo, el poder imaginativo que acompaña a la lectura queda completamente bombardeado con imágenes que un director fabrica entorno a la historia y mantener la lógica del detalle de cada página es una tarea prácticamente imposible.
A parte de eso y ya con la consciente mirada subjetiva con la que podría emprender un análisis de esta primera parte, puedo afirmar que a pesar de las dos horas y media que dura la película, al lector le dará la sensación de que toda la trama ha pasado de manera volátil.
No se siente el frío de Hedestad, ni se huele el aroma a café y el perfil tan minucioso de cada uno de los personajes de la familia Vanger queda reducido a unas mínimas pinceladas convirtiéndolos en meros personajes planos y esquemáticos. El detalle desaparece.
A favor contamos con el genial trabajo actoral del alma de la historia, Lisbeth Salander, muy bien escenificado por la actriz Noomi Rapace. Pelos de las axilas a parte, es el pilar del film, cuya energía y carísima es progresivo y llena la pantalla.
Para el espectador que no haya leído el libro supondrá una experiencia entretenida, el ritmo intenso hace el film llevadero y el camino al desenlace una constante pendiente hacia la tensión.
En definitiva, una película que entretiene y nos mantiene pegados a la pantalla pero que no logra captar la esencia, el frío retrato de la oscuridad sueca, del malogrado Stieg Larsson.
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